La bomba hormonal que nos sacude cuando nos enamoramos. Un poco de neurofisiolog?a en el d?a de San Valent?n.
La bomba hormonal que nos sacude cuando nos enamoramos no es eterna. Sin embargo, im?genes por resonancia magn?tica han revelado que en el cerebro de algunas parejas que llevan d?cadas juntas se activan las mismas zonas que en los nuevos amantes. Tambi?n los niveles de oxitocina, la ?hormona del abrazo’, pueden influir en que este amor se sostenga en el tiempo. Si a todo ello se le suma una dosis de sobreesfuerzo, el amor deber?a tener los ingredientes para ser duradero. Al menos en teor?a.
Laura Chaparro
?Uno deber?a vivir siempre enamorado. Por eso no deber?a casarse?
As? de rotundo se mostraba el escritor irland?s Oscar Wilde, convencido de que el compromiso acababa apagando la llama del amor. Dejando a un lado la figura del matrimonio, su reflexi?n iba m?s all?, al pensar que un amor duradero, sostenido en el tiempo, perd?a su esencia con el paso de los a?os. Y esa pregunta sigue rondando por la cabeza de millones de personas de todo el mundo: ?podemos vivir tan enamorados como el primer d?a?
El amor es la droga m?s potente que existe, y no una es una frase hecha. Su efecto es similar al de algunos analg?sicos, puesto que enciende zonas cerebrales que reducen el dolor, seg?n una investigaci?n de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Y como ocurre cuando una persona adicta a las drogas las deja, cuando el amor se rompe, las consecuencias de la adicci?n son tan fuertes que pueden desembocar en graves comportamientos depresivos y obsesivos, tal y como se?ala otro estudio del Albert Einstein College of Medicine (Estados Unidos), dirigido por la reconocida antrop?loga Helen Fisher.
Sigmund Freud especul? con que la pasi?n en relaciones largas respond?a a una patolog?a o a una sobreidealizaci?n
La droga rom?ntica es la ?culpable’ de que nuestro cerebro y todo nuestro cuerpo experimenten una apoteosis qu?mica, con emociones que van desde la euforia a la ansiedad, pasando por la sorpresa, el miedo y la obsesi?n.
Ese estado de embriaguez amorosa inicial no es sostenible en el tiempo. En eso los cient?ficos est?n de acuerdo puesto que ning?n organismo ser?a capaz de soportar tal ?xtasis de forma permanente. Sin embargo, aunque la excitaci?n tienda a relajarse, el amor rom?ntico s? puede perdurar.
Como el primer d?a
En 2011, la neurocient?fica Lucy L. Brown, del Albert Einstein College of Medicine, describi? junto a Helen Fisher lo que sucede en el cerebro de parejas con relaciones de largo recorrido. ?Nos centramos en aquellas personas que dec?an estar enamoradas como los primeros meses, aunque llevaban juntas diez a?os o incluso m?s?, explica Brown a SINC.
El estudio, titulado Correlaciones neurales del amor rom?ntico intenso de larga duraci?n, es el primero que investiga las implicaciones que tiene este tipo de amor duradero en el sistema nervioso.
Diferentes teor?as apuntaban a que no era posible que la intensidad del amor se prolongara en el tiempo. El cuidado de los hijos pod?a apagar la llama de la pareja, o bien el amor, con el paso de los a?os, se transformaba en una amistad profunda entre ambos, sin necesidad de que existiera deseo sexual. El mismo Sigmund Freud especul? con que la pasi?n en relaciones largas respond?a a una patolog?a o a una sobreidealizaci?n por parte de uno de los dos miembros.
La oxitocina registrada durante los primeros meses podr?a ser un indicador de la duraci?n de la relaci?n
?Sin embargo, otras teor?as sugieren que podr?a haber mecanismos con los que el amor podr?a sostenerse en el tiempo en una relaci?n?, destacan las autoras en su estudio. Para averiguarlo, escogieron a diez hombres y siete mujeres casados durante una media de 20 a?os. A todos ellos les sometieron a una resonancia magn?tica, y dentro del esc?ner les mostraron im?genes de sus parejas, de amigos ?ntimos, de familiares cercanos y de parientes lejanos.
Los resultados mostraron que cuando ve?an la imagen de su pareja, su cerebro se comportaba de forma similar al de las personas reci?n enamoradas, al activarse las regiones que fabrican dopamina, situadas principalmente en el ?rea ventral tegmental. Adem?s, tambi?n se excitaban las regiones asociadas con el apego maternal y la amistad.
El hallazgo de que la dopamina tuviera tambi?n un papel importante en esta fase les sorprendi? por lo que entra?aba. Esta hormona es la responsable de la euforia, tan com?n en el comienzo de las relaciones, y es un neurotransmisor que regula el sistema de recompensa, encargado de que respondamos a est?mulos que causan placer o desagrado.
?Los resultados sugieren que el sistema de recompensa que se activa en determinadas parejas duraderas se puede prolongar en el tiempo como ocurre con un nuevo amor, pero tambi?n est? relacionado con los sistemas implicados en el apego y el emparejamiento?, apuntan en el estudio.
El term?metro del afecto
Otra de las hormonas que se disparan cuando el amor campa a sus anchas por el cerebro es la oxitocina. Entre otras cosas, es la responsable del cari?o entre padres e hijos y del afecto entre las parejas, y por eso se conoce como la ?hormona del abrazo’. Seg?n una nueva investigaci?n, sus niveles podr?an influir en que una relaci?n fuera m?s o menos duradera.
Cient?ficos de la Universidad Bar-llan de Israel analizaron las cantidades de oxitocina en sangre de 163 j?venes. Entre ellos se encontraban 43 personas solteras y 60 parejas de ?nuevos amantes’, que solo llevaban tres meses de relaci?n. Como esperaban, los valores de oxitocina en las parejas eran superiores a los de los solteros, pero lo sorprendente de la investigaci?n fue otro hallazgo, encontrado seis meses despu?s del comienzo de las observaciones.
Las respuestas cerebrales experimentadas en los comienzos de la relaci?n podr?an estar relacionadas con la estabilidad de las parejas
?Descubrimos que las parejas con los niveles m?s altos desde el principio segu?an juntas nueves meses despu?s, mientras que las dem?s hab?an roto?, se?ala a SINC Ruth Feldman, investigadora del Centro de Investigaci?n del Cerebro de la Universidad Bar-llan.
Los cient?ficos entrevistaron a las parejas y comprobaron que los niveles de oxitocina estaban relacionados con la reciprocidad de los miembros y tambi?n con el afecto, muestras de cari?o, compa?erismo y la ansiedad y preocupaciones que compart?an. Estos rasgos son similares a los que se aprecian en una relaci?n padre e hijo.
Seg?n este estudio, la oxitocina registrada durante los primeros meses podr?a ser, de alg?n modo, un indicador de la duraci?n de la relaci?n. Con este dato sobre la mesa no resulta descabellado pensar que si nos suministr?ramos la hormona de forma externa podr?amos aumentar estos niveles y as? conseguir que el amor durara para siempre.
Pero Feldman es tajante: ?No recomiendo usar oxitocina de forma ex?gena, mediante inhalaci?n o medicaci?n, para aumentar los niveles y avivar la relaci?n artificialmente?. Y aconseja la opci?n natural. ?Cuando las parejas se tocan m?s, pasan m?s tiempo juntas y se prodigan en muestras de afecto, la oxitocina aumenta y es muy positivo para los dos?. Si los niveles bajan porque todo lo anterior falla, ?la relaci?n deber?a terminar?, recomienda.
La prueba de los 40 meses
Comparar la actividad cerebral de parejas que siguen juntas con otras que han roto pasados 40 meses tambi?n puede servir para analizar si lo que ocurre en la mente influye en la estabilidad de la relaci?n. Una investigaci?n dirigida por el Alpert Medical School de la Universidad Brown (Estados Unidos) analiz? esta actividad mediante resonancia magn?tica en 18 parejas que acababan de comenzar.
Los expertos no recomiendan usar oxitocina de forma ex?gena para avivar la relaci?n artificialmente
Cuando pasaron 40 meses, los investigadores volvieron a contactar con ellas para saber si segu?an o no juntas y compararon los esc?neres previos. De las 12 parejas que volvieron a responder, seis hab?an roto y las otras seis segu?an juntas.
Los esc?neres de aquellas que permanec?an unidas mostraron que, al principio, en sus cerebros las zonas relacionadas con el amor rom?ntico, como es el n?cleo caudado, se activaban con mayor intensidad respecto a las de las parejas que rompieron 40 meses despu?s.
Del mismo modo, otras zonas que se ?apagan’ o desactivan cuando empieza el romance, como la corteza orbitofrontal ?relacionada con la toma de decisiones?, se apagaban en mayor medida en aquellas parejas que segu?an juntas despu?s de este per?odo de tiempo.
?Esto sugiere que las respuestas cerebrales experimentadas en los comienzos de la relaci?n podr?an estar relacionadas con la estabilidad de las parejas?, indica a SINC Bianca Acevedo, psic?loga del Weill Cornell Medical College (Estados Unidos) y una de las autoras del estudio.
Esfuerzo al cuadrado
Resonancias magn?ticas y an?lisis hormonales muestran que lo que ocurre en el cerebro influye en la duraci?n del amor pero, ?eso basta para explicar el alto ?ndice de rupturas en el mundo occidental? El matem?tico de la Universidad Complutense de Madrid Jos?-Manuel Rey Sim? decidi? abordar este problema social desde un punto de vista matem?tico. ?Algo que se produce de forma tan sistem?tica no puede obedecer a causas muy diversas?, afirma a SINC. Y tradujo el fen?meno en un sistema de ecuaciones diferenciales, publicado en 2010 en la revista PLoS ONE.
Un modelo matem?tico de las relaciones sentimentales indica que el esfuerzo para mantener una relaci?n es siempre superior al que nos gustar?a
La base de la ecuaci?n es la segunda ley de la termodin?mica: si un cuerpo deja de recibir calor, se enfr?a y, para evitarlo, hace falta un aporte externo de energ?a. Estableci? una analog?a para el caso de las parejas, dejando claro que funciona ?solo como un paralelismo, no como una verdadera ley f?sica de los sentimientos?, donde las variables de la ecuaci?n ser?an dos: la sensaci?n amorosa ?que corresponder?a con la energ?a interna del sistema? y el esfuerzo que hace la pareja para que esa sensaci?n dure a lo largo del tiempo ?la transferencia externa de calor?.
?Las parejas no tienen acceso a aumentar de forma directa la sensaci?n amorosa, pero s? pueden hacerlo si incrementan el esfuerzo?, a?ade el matem?tico. La pregunta es, ?cu?nto esfuerzo hay que poner para que una pareja sea feliz pasados los efluvios del enamoramiento inicial? ?El modelo matem?tico indica que el nivel de esfuerzo en una relaci?n es siempre superior al que nos gustar?a?, reconoce Rey Sim?. Y var?a en funci?n de cada pareja.
Con este esfuerzo extra, las matem?ticas y las neurociencias coinciden en que lograr un amor para siempre es dif?cil, pero no imposible. ?Contrario a lo que se cree, el amor rom?ntico en las relaciones largas es un fen?meno real?, subraya Bianca Acevedo. Argumentos cient?ficos existen pero a nadie se le escapa que la ciencia no puede responder a todo. Como reconoci? el matem?tico franc?s Blaise Pascal, el coraz?n tiene razones que la raz?n [o la ciencia] no entiende.
Contra la inercia negativa
Para acabar de complicar la situaci?n, en el modelo matem?tico de las relaciones sentimentales formulado por Jos?-Manuel Rey Sim?, el sistema es inestable y su propia inercia es negativa, lo que traducido a una relaci?n significa que si una pareja deja de esforzarse y luego quiere retomarlo, es muy posible que no llegue a remontar.
?Ese plus de esfuerzo necesario unido a la inercia de la dejadez provoca que las parejas tiendan a esforzarse menos de modo paulatino, lo que trae como consecuencia que la variable de la sensaci?n amorosa se desplome?, asegura el matem?tico. Pero esto no ocurre de un d?a para otro. ?Las parejas no suelen romper de forma brusca, salvo por alg?n suceso traum?tico, sino que se trata de un proceso de descomposici?n paulatino, un deterioro que tambi?n se refleja en el modelo matem?tico?, se?ala Rey Sim?.
Y el esfuerzo se puede interpretar tanto en cantidad como en calidad, entendido como hacer cosas que nos desagradan pero que le gustan a la otra persona o aumentar la frecuencia de determinadas actividades que puedan ser positivas para los dos. Apostar por la novedad tambi?n ayuda porque est? demostrado que las sorpresas aumentan los niveles de dopamina, lo que contribuye a mantener vivo el ?xtasis rom?ntico.