Seguimos develando el lado oculto de muchos relatos infantiles. Como se demuestra a continuacu?n, el mundo de Disney tiene mucho que ense?arnos acerca del ins?mnio, el sonambulismo y otras delicias de la vida on?rica.Continuamos nuestra b?squeda de la ciencia en los rincones m?s insospechados y supuestamente inocentes, esos dirigidos a los ni?os y al futuro de la humanidad. Escondidos como las famosas propagandas subliminales, los mensajes de la ciencia nos acechan desde los dibujitos animados, manipulados inescrupulosamente por los cerebros superiores que dominar?n al mundo.
Consideremos al fen?meno del sue?o, conocido ya en la antig?edad como hermano de la muerte: seg?n esta concepci?n, dormir es morir un poco, al menos hasta el dulce despertar. Est? bien: esto no tiene nada de cierto, por el contrario, dormir es un proceso tremendamente activo que requiere que se enciendan zonas espec?ficas del cerebro. Pero preg?ntenle a cualquiera si tiene alg?n problema de salud y seguro van a decir algo sobre su dormir (de hecho, en las encuestas, alrededor de un 20% de la poblaci?n manifiesta tener alg?n tipo de insomnio, y eso es mucho). Y si algo es tan com?n, seguro que se cuela en la cultura popular: si no, preg?ntenle a Don Quijote, luchando con gigantes mientras dorm?a (y despertando rodeado de sacos de vino pinchados por su espada), o a Dickens que invent? un personaje que roncaba en todos lados y dio lugar al llamado S?ndrome de Pickwick.
Pero vayamos a los bifes: los dibujitos de Disney. Casi no pasa historia sin que haya alg?n trastorno grave del sue?o: piensen en las hipersomnes Bella Durmiente y Blancanieves, o en Mickey haciendo de aprendiz de hechicero. As?, en la Revista de Medicina del Sue?o se public? un art?culo que analiza la presencia de trastornos del sue?o (en particular los relacionados con la etapa en que so?amos, llamada MOR o REM, por aquello de movimientos oculares r?pidos: vayan r?pido, busquen a alg?n dormido y m?renle los ojos; cuando se est? moviendo mucho, despi?rtenlo. Adem?s de ligarse alg?n insulto, seguramente les contar?n qu? estaba so?ando) en 46 pel?culas y 500 cortos del bueno de Walt. Hab?a pesadillas, sonambulismo, convulsiones nocturnas, ronquidos, somnolencia diurna, insomnio y otros trastornos dignos de cualquier libro de medicina del sue?o.
Si bien nosotros no actuamos los sue?os porque estamos paralizados, en ciertas condiciones s? hay una actuaci?n on?rica, y eso fue lo que encontraron en 4 perros disneyanos: los que aparecen en Cenicienta, La dama y el vagabundo, El zorro y el sabueso y un corto sobre Pluto. Por ejemplo, en Cenicienta, el perro Bruno (amigote de la protagonista) vive pele?ndose con el gato Lucifer. Y parece que esta pelea contin?a en los sue?os de Bruno, que se mueve a lo loco mientras duerme. Aclaremos que esta pel?cula es de 1950, unos a?os antes de que se definiera formalmente el estadio de los sue?os y mucho antes de que se diagnosticara el trastorno de actuar los sue?os. No por nada Walt habr? dicho que «a veces podemos reconocernos en los animales. Eso es lo que los hace tan interesantes».
El rat?n Mickey, por su parte, es un experto en pesadillas (hay un corto de 1932 que se llama, justamente, La pesadilla de Mickey). En alguna tiene m?ltiples hijos ratoncitos que destruyen la casa, o en otra secuestran a Pluto (de paso, un perrito propenso al sonambulismo, al igual que el pato Donald). Y ni hablar de los 7 enanos: Dormil?n con su somnolencia diurna a cuestas, Tont?n que seguramente sufr?a de convulsiones nocturnas, y todos, salvo Gru??n, grandes roncadores sugiriendo poseer alg?n tipo de trastorno respiratorio.
Asimismo, en todo buen dibujo animado no faltan los buenos tortazos; as?, no es sue?o todo lo que reluce en los entra?ables personajes. Para demostrarlo, un sesudo trabajo (con tres autores canadienses, uno de la Facultad de Medicina en Quebec, otro alumno de primer grado y el tercero de jard?n de infantes, los tres con el mismo apellido) investiga los numerosos casos de neurotrauma sufridos por el joven periodista Tint?n, con y sin p?rdida de conciencia: heridas de bala, golpes de pu?o, botellazos, accidentes de auto, barco o avi?n, envenenamiento y otros. Se encontraron 50 episodios de p?rdida de conciencia, con 46 traumatismos craneanos de grado 3 entre ellos. El tiempo promedio de desmayo fue de 7,5 cuadritos. Los autores van m?s all?: relacionan esta accidentada historia con la notable falta de crecimiento del protagonista, y llegan a la conclusi?n de que el neurotrauma repetitivo ha causado una deficiencia en la hormona de crecimiento (lo que explicar?a su corta estatura aun a 80 a?os de su creaci?n) y tambi?n hipogonadismo (tal vez relacionado con su pubertad retrasada y su falta de inter?s en el sexo). Una hip?tesis que sin duda merece ser investigada a fondo.
Se sabe: la ciencia es una mirada racional sobre lo que nos pasa, lo que sentimos y sobre el mundo que nos rodea. No quiere decir que no pueda ser divertida. Y si no, and? a cantarle al pato Donald.
Por Diego Golombek